¿De qué lado estaría?
Hace poco estuve leyendo el libro de Philip Yancey “El Jesús que nunca conocí” y me llamó la atención algunas preguntas interesantes que él plantea en su libro: “¿Qué hubiera ocurrido si yo hubiera formado parte de la multitud que gritaba crucifíquenle?, ¿Cómo hubiera respondido ante ese hombre si lo viera de frente? ¿Lo hubiera invitado a cenar, como Zaqueo? ¿Me hubiera alejado triste, como el joven rico? ¿Lo hubiera traicionado como Judas y Pedro?”
¿Cómo hubiera reaccionado yo si hubiera vivido en tiempos de Jesús, sería de la multitud que gritaba crucifícale o sería como la mujer sa
Sin saber la respuesta, le agradecí tantas veces el haberme creado en éste tiempo, el haberme llamado desde pequeña, el que Él me haya convencido de su muerte y resurrección y el haberme dado la fe necesaria para creer.
Dejé de hacer esa pregunta a Dios, sabía que nunca tendría la respuesta y que cualquier respuesta no sería tan real por el simple hecho de que sería una suposición y no una realidad. Sin embargo, siempre estuvo en mí esa duda que -sin importancia- la recordaba de vez en cuando… hasta diciembre pasado, cuando obtuve una respuesta convincente y suficiente para mí.
Recibí un regalo en Navidad, el CD de Jesús Adrián Romero “Fue más claro que la Luna”. Ese CD traería una respuesta para mí. Lloré (“raro en mí”) al escuchar el último track: Si hubiera estado allí.
Si hubiera estado allí entre la multitud
Que tu muerte pidió, que te crucificó
Lo tengo que admitir, hubiera yo también
Clavado en esa cruz tus manos mi Jesús
Si hubiera estado allí, al pie de aquella cruz
Oyéndote clamar al Padre en soledad.
Lo tengo que admitir, te hubiera yo también
Dejado así morir, mirándote sufrir
Si hubiera estado allí
Pensándolo más bien, también yo estaba allí
Yo fui quien te escupió y tu costado hirió
yo fui el que coronó de espinas y dolor
tu frente buen Señor,
yo fui el que te golpeó y de ti se burló
yo fui el que te azotó
Yo fui el que laceró tu espalda mi Señor
También yo estaba allí
No importa tanto en la época que viví, importa que por mis pecados y para mi salvación Él murió por mí. Estuve allí, sin estarlo; grité, sin gritar; clavé, sin clavar; lo dejé morir. Mi presencia en ese tiempo no hubiera cambiado en nada su muerte, pero su muerte si cambió del todo mi vida.