Aún en esa situación, existe una insatisfacción que molesta más que lo que nos aqueja y por lapsos la presencia del Señor se manifiesta, a través de un recuerdo, palabra, imagen, testimonio, encuentro con alguna persona que hasta pueden parecer simples coincidencias. Es en ese momento, cuando entra algo de insatisfacción que no te suelta y te muestra lo que existe en lo más profundo de tu corazón, es cierto yo me he percatado de lo que tiene que ser tratado o restaurado para seguir adelante en el camino del Señor. Tal vez, por eso Pablo decía: pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero practico… Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. (Ro. 7:19-21).
Reconozco que mis motivaciones para conocer más del Señor no siempre han sido las más honestas, me doy cuenta que en mi vida todavía hay pecado, maldad o heridas que tienen que ser limpiadas o sanadas. Cuando me percato de ello, me queda claro que esos momentos tan difíciles vienen de Dios para mostrar algo que tiene que ser cambiado o transformado, además he aprendido que el deseo del Señor es que seamos honestos ante Él y ante nosotros mismos. Hace unas semanas leí unos capítulos del libro No te des por vencido de David Wilkerson, allí el autor decía que el pecado no siempre es resultado del enemigo, sino que también deriva de la propia carne, sin embargo había que estar alerta para que estas situaciones no nos orillaran a dejar de creer en Dios. Por eso, no había que olvidar dos puntos el primero; que Dios nos ama no importando nuestra situación y el segundo; que a Él le agrada nuestra fe. En este sentido agregaría un tercer punto que consiste en dar gracias a Dios por lo que estamos viviendo, a veces este punto parece ilógico o fuera toda razón, sin embargo es a través de este punto que se accede al gozo del Señor.
Creo que con estos tres consejos más la honestidad de nuestro corazón, podremos continuar el camino que tenemos por delante, para cumplir el propósito para el cual fuimos creados.
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